El origen de la olla express

sábado, 30 de enero de 2010

Una de las máquinas, de turbulento y accidentado origen, que más ha venido a simplificar el esfuerzo de cocineras y cocineros, domésticos o profesionales, es la “olla express” u olla a presión. Se ha escrito lo de “turbulento”, porque hasta que se perfeccionó añadiéndole una válvula por dónde regular la presión, quienes confiaron en el vapor para guisar en menos tiempo, experimentaron dolorosos accidentes. Sin el artilugio que regula la amenaza incontenible del fluido acumulado, no existiría este adelanto. Algo tan moderno en la historia de los fogones se perfeccionó, tal vez -aunque los asturianos dirían que “seguro”-, aplicando la antiquísima idea de la “espita” (un canuto que se introduce en la cuba para que por él salga el licor que esta contiene). Lo que sirve para paladear el resultado de la fermentación de la manzana sin destapar el tonel, también funciona para que sin explosiones imprevisibles, los garbanzos resulten comestibles con menos tiempo de cocción, y sin sustos. ¿A cuento de qué esta culinaria introducción? Más bien, resulta extraña o chocante en una columna que presume de contemplar el país desde la pura intemperie, lugar desde el que, naturalmente, las cocinas quedan fuera del alcance de su impertinente objetivo. No resulta difícil deducir en qué se asemeja España a una olla de vapor, sólo, que, con los riesgos de no llevar incorporada una válvula de seguridad para tanta presión como está acumulando. Lo más reciente es lo sabido por la encuesta que ayer mismo recogía este Diario –digital, independiente, plural y abierto- del estudio realizado por Append, una de las principales empresas de investigación de mercados a escala nacional, para conocer la opinión de los españoles con respecto a la inmigración. La encuesta señala el dato de que el 43 por ciento de los españoles considera "innecesario" atraer más inmigrantes a España para seguir creciendo económicamente. Y, destaca, también, que el 73 por ciento asocia este fenómeno a la inseguridad ciudadana, y que el 32 por ciento cree que es un riesgo para el país. ¿Es esto un aumento de la presión en la caldera nacional? ¿Dónde está la espita?... ¿se trata de estar ante el vaticinio escrito en un Auto teatral de Don Miguel de Cervantes: “Ya el valiente español las armas cruza, y siente en su cerviz el pie africano”?  Mientras se construye esta columna, el vapor se escapa por el profundo desgarro que España siente con cuanto al deporte se refiere. Este domingo resultó llamativo: el Campeonato de Tenis de Madrid que no ganó el “españolismo” Nadal; Fernando Alonso que se ha situado para ganar un nuevo Campeonato Mundial; y, el Madrid que se las ha de ver en su campo, lleno de grandes banderas españolas, con el Barcelona C. F., del que se ha venido diciendo que era “mes que un club”. Las tres competiciones resultarán a modo de liberación de la adrenalina contenida. Tendrían que institucionalizarse “válvulas de seguridad” de esta clase; una al trimestre, o cada semana, todo dependerá de cómo se vayan “hinchando las narices” de celtíbero medio. Aunque, proporcionalmente, estos, cada día sean menos en la geografía peninsular, excluyendo, naturalmente, Portugal, y el peñón de Gibraltar.

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